viernes, diciembre 21, 2012

La noche en que apareció

"Esta noche no hay nada que hacer Ateo, deben de ser como las dos de la mañana y el cielo esta completamente nublado, de hecho creo que va a comenzar a llover, sera mejor que entremos en casa antes de que nos pongamos empapados"

Llegaron las tres de la mañana y tanto el vigilante como Ateo seguían despiertos, el viejo cascarrabias se deleitaba con un whisky añejo de malta que le había traído June en su ultima visita y que ya empezaba a escasear, miraba absorto a las llamas de la chimenea como intentando descifrar algo en ellas , entre sorbo y sorbo de aquel amargo pero delicioso licor miraba por la ventana esperando que las nubes le diesen un respiro y poder continuar con su labor, en la alfombra Ateo mordía un hueso, restos del asado que habían tomado horas antes para comer, debido a su horario tanto el vigilante como Ateo dormían de día y comían a la hora que normalmente la gente se va a dormir.

Pasaron un par de horas, la lluvia no amainaba y en la cabaña reinaba la calma, de repente un sonido seco tan fuerte como una explosión rompió el silencio, el vigilante cayo al suelo del susto, junto a el descansaban la botella de whisky vacía y unas cuantas astillas del hueso que horas antes mordía el perro pero por ningún lado se veía a Ateo. Se escuchaban ladridos y gruñidos tras la puerta de la cabaña, Ateo era muy poco empatico con los desconocido pero a esas horas de la madrugada nadie se aventuararia a subir hasta aquel lugar, sin siquiera los animales salvajes lo hacían, allí no había nada que ver, solo un viejo y su perro.

El vigilante se levanto con torpeza, estaba bastante borracho y agarro la botella vacía de whisky, no quería salir a lo desconocido sin un arma con la que defenderse, empujo la puerta con toda la valentía que le quedaba y entonces puto verla; delante de el una joven de piel nacarada y belleza incomparable estaba calmando a Ateo, le rascaba tras la orejas y a el parecía encantarle, (lobo traidor pensó) la joven miro al vigilante, sonrío y comenzó a acercarse, su paso era lento, al moverle su silueta recortaba la oscuridad de la noche y recordaba al destello de una luz en el momento de apagarse, al llegar donde estaba él, le miro a los ojos, le dio un beso en la mejilla y le susurro algo al oído.

-Te has dormido vigilante, despierta te estoy esperando.

El viejo despertó y se encontró a si mismo empapado junto al precipicio al pie del faro, ya no llovía ni se divisaba nube alguna, Ateo estaba a su lado mirando al horizonte, allí una gran luna se fundía con el mar, estaba amaneciendo.

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