"Esta noche no hay
nada que hacer Ateo, deben de ser como las dos de la mañana y el
cielo esta completamente nublado, de hecho creo que va a comenzar a
llover, sera mejor que entremos en casa antes de que nos pongamos
empapados"
Llegaron las tres de la
mañana y tanto el vigilante como Ateo seguían despiertos, el viejo
cascarrabias se deleitaba con un whisky añejo de malta que le había
traído June en su ultima visita y que ya empezaba a escasear, miraba
absorto a las llamas de la chimenea como intentando descifrar algo en
ellas , entre sorbo y sorbo de aquel amargo pero delicioso licor
miraba por la ventana esperando que las nubes le diesen un respiro y
poder continuar con su labor, en la alfombra Ateo mordía un hueso,
restos del asado que habían tomado horas antes para comer, debido a
su horario tanto el vigilante como Ateo dormían de día y comían a
la hora que normalmente la gente se va a dormir.
Pasaron un par de horas,
la lluvia no amainaba y en la cabaña reinaba la calma, de repente un
sonido seco tan fuerte como una explosión rompió el silencio, el
vigilante cayo al suelo del susto, junto a el descansaban la botella
de whisky vacía y unas cuantas astillas del hueso que horas antes
mordía el perro pero por ningún lado se veía a Ateo. Se escuchaban
ladridos y gruñidos tras la puerta de la cabaña, Ateo era muy poco
empatico con los desconocido pero a esas horas de la madrugada nadie
se aventuararia a subir hasta aquel lugar, sin siquiera los animales
salvajes lo hacían, allí no había nada que ver, solo un viejo y su
perro.
El vigilante se levanto
con torpeza, estaba bastante borracho y agarro la botella vacía de
whisky, no quería salir a lo desconocido sin un arma con la que
defenderse, empujo la puerta con toda la valentía que le quedaba y
entonces puto verla; delante de el una joven de piel nacarada y
belleza incomparable estaba calmando a Ateo, le rascaba tras la
orejas y a el parecía encantarle, (lobo traidor pensó) la joven
miro al vigilante, sonrío y comenzó a acercarse, su paso era lento,
al moverle su silueta recortaba la oscuridad de la noche y recordaba
al destello de una luz en el momento de apagarse, al llegar donde
estaba él, le miro a los ojos, le dio un beso en la mejilla y le
susurro algo al oído.
-Te has dormido
vigilante, despierta te estoy esperando.
El viejo despertó y se
encontró a si mismo empapado junto al precipicio al pie del faro, ya
no llovía ni se divisaba nube alguna, Ateo estaba a su lado mirando
al horizonte, allí una gran luna se fundía con el mar, estaba
amaneciendo.