viernes, diciembre 15, 2006

Un cuento.

Aqui os dejo un cuento que siempre me encanto.

CARTAS DE AMOR de Ismael Serrano

Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores, casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo que les paso fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:

- “Bueno, ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.

Se acercó a la mesa y dijo:

- “¿Me permite?”
- “Por supuesto”

Esto sólo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general cuando dices:

- “¿Me permites?”, dicen
-“ ¿De qué?”

A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá que inventar otra historia en la que ella le dice “¿De qué?”, en este caso ella lo invito a él para que se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de que hablar, y:

-“¿y qué lees?”

Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, y ya mal, empezamos mal, muy mal, por ahí no.

-“Pues bonito día”

Pero enseguida empezaron a profundizar, por que ella dijo:

-“Sí la verdad es que hace un bonito día”

Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó alguna mentira, que si era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde, cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola.

Por entonces ya estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían gustos cinematográficos, y por eso fue que él le dijo:

- “Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella:
- “No”,
- “Oye, quedamos el fin de semana”,
- “Vale”.

Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que él rompía a llorar en cada escena en la que salía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció, yo quiero pensar que era de verdad.
Resulta que coincidían en más gustos, y también en los musicales, y le dijo:

- “Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- “Ismael ¿qué?”,
- “Pero a ti, ¿te gustan los cantautores?”,
- “Los de verdad me gustan”.

Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando el empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.

Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:

- “Sabes, creo que me tengo que ir durante un tiempo”,
- “Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo:
-“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos, y todo lo poco que nos falta para vernos”.

Él dijo que bueno, que vale:

-“Pero que si no te vas casi mejor, ¿no?”.

Pero se fue.

Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era cierto aquello de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.

A los quince días puntualmente llegó la carta de ella, toda llena de besos y de caricias, de te echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa, se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron creo que diez años, quince, no me acuerdo.

Y un día ella, sin saber como ni porqué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el buzón vacío, y el alma partida en dos.
Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro.
Un día él salió de casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debía esconder algún gran tesoro, grandes riquezas, y realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.

Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta que le han robado lo que más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién sabe si falsas.

Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor, declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y llevarla a la guarida no era moco de pavo.

Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de encontrar alguna carta, o a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido sin saber ya qué hacer.

El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer era tirarlas al río o quemarlas, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.

Un día, nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos, aquellos momentos en los que quizá un día leería la carta en la que ella diría:

-“Pronto estaré allí”.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Es curioso lo que te pueden llegar a engañar. Realmente, creo que en muy pocas ocasiones haya un amor a primera vista como se entiende en la sociedad contemporánea, es decir, un verdadero amor. En gran parte de los flechazos que ocurren en la vida de miles de personas día a día, biene más precedida de una situación de soledad extrema, que de un verdadero cultivo de amor.
En la sociedad occidental contemporánea, la peor enfermedad a la que se debe enfrentar el ser humano es la soledad y el aislamiento. Todo esto lo ha creado la misma sociedad, para procurar que ninguna persona sea capaz de ser libre y geniuna.En la época actual, todo está diseñado para que se realice de una manera concreta y en un lugar concreto, no siendo válidos los métodos que no cumplen estas premisas.
Si quieres enamorarte, la sociedad ha realizado estupendamente su trabajo para que consumas por amor, o lo que es peor, por un ficticio amor, o "flechazo". ¿Realmente puede llegar a enamorarse un ser humano sin conocerse antes a si mismo?.Ante todo, somos humanos y debemos razonar para poder enamorarnos realmente. Debemos aprender a como cultivar y fomentar ese amor. Debemos preguntarnos que es el amor, para poder amar y no sentirnos tan solos, o tan vaciamente acompañados...

En fin, pero a veces somos demasiado románticos como para poder hacernos esas preguntas, y tan solo queremos creer en las historias o relatos quiméricos, para sentirnos únicos. Y aunque nos contradiga, más humanos.Dejando a un lado, lo que realmente nos hace únicos, la razón.

Recomiendo a quién quiera adentrarse más profundamente en este tema lea: "El arte de amar" de Erich Fromm. Ed.Paidós Contextos 90

Anónimo dijo...

Perdón, por escribir "viene" con B.
Me percaté de este grave error una vez publicado este comentario.

Anónimo dijo...

jajajajaajj, que bueno Jose Carlos!, Ya decía yo: esa falta que la haga él..... jejejejeje


Muy bueno tu comentario Nino!

Un abrazo

Vigilante dijo...

Me han encanntado tus razones Nino...
Pero porque no dejarse llevar por algo que al ser tan simple se escape a la logica.

Durante los siglos miles de eruditos han intentado describir algo tan inmaterial como el amor (sin mucho acierto para mi gusto) puede que el flechazo sea una de las vias para encontrarlo. No digo que alguien pueda amar de forma desmesurada tan solo por un flechazo pero ¿y si esa sensacion de necesidad se convierte en lo antes dicho? ¿y si ese fuera el comienzo de todo?

Anónimo dijo...

El amor, precisamente por definición, es irracional. Es irracional hacer casi cualquier cosa por esa persona, aunque te perjudique a tí. Para el amor no hay razones, hay motivos, y precisamente eso es a lo que nos obliga esta sociedad: a buscar sin cesar las razones de la cosas y olvidar lo que en mi opinión nos hace más humanos que la razón: los sentimientos. Si el amor fuera racional y por tanto objetivo, no nos enamoraríamos nunca, o nos enamoraríamos todos de las misma persona, la que, objetivamente, fuera la mejor, y no la mejor de forma individual, si no de forma general, que es lo racional.¿Tiene esto sentido? ¿O qué entiendes tú por racional? Está claro que el amor es más profundo cuando más conocimiento se tiene de uno mism@, pero también se aprende de uno mismo compartiendo momentos y experiencias con los demás. Creo que el amor es real sobretodo cuando no necesitas estar con "alguien", simplemente no quires estar sin "esa" persona. Es mi opinión, claro...